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andrés monares

Un cuento humanista

Un cuento humanista

La tensión estaba por estallar en Alejandría, se podía oler en el aire. Hace ya tiempo que un pequeño grupo de cristianos venían vociferando por terminar con la Academia de la ciudad y su biblioteca: la sabiduría pagana estaba contra la religión, decían. Para ellos las cosas eran sencillas: la fe y los dogmas dan lugar a obras. No hacía falta nada más. Menos la palabrería pagana, inútil, oscura, intrincada y exageradamente sutil.

Tal como siglos más tarde emergería un oscurantismo cientificista y tecnocrático poseedor de verdades indiscutibles, en la antigua Alejandría esa pobre visión del cristianismo haría lo que fuera por imponerse. Y lo hizo.

No eran muchos aquellos cristianos recalcitrantes, pero tenían el poder suficiente para amedrentar a la Academia, ponerles el pie encima y hacer que se cumpliera su afiebrada voluntad. Todos sabían en la ciudad que eso bastaba… menos los propios académicos.

Y a pesar de que la suerte estaba echada, los académicos estaban dispuestos a dar la cara y pelear. Una contienda al modo que ellos la entendían eso sí. Se reunieron una y mil veces fraguando estrategias, discutiendo posibilidades y argumentos retóricos para salvar las luces de la razón de la oscuridad y violencia de la ignorancia. Finalmente, eligieron el campo de batalla y sus armas: organizarían un gran debate y escribirían un discurso en prosa… Se aclara esto último, pues el debate acerca de si el discurso debía ser en prosa o en algún tipo de hermosa métrica fue larga y, en no pocos momentos, muy acalorada.

De tal modo, llegó el día del gran debate en el patio de la biblioteca de la Academia de Alejandría. Se había decidido, no sin dificultad y días de profundas reflexiones e intercambio de ideas, que la lectura del discurso antecedería a la discusión entre dos respetables maestros de la Academia designados para tal efecto y los dos líderes del grupo de aguerridos cristianos.

El patio de la Biblioteca estaba impecable, con taburetes dispuestos en semicírculo. Los dos respetables maestros figuraban gallardos sentados adelante, de cara al público, y en frente, en las bancas, los profesores y estudiantes figuraban en orden de jerarquía. Tal seleccionado público miraba orgulloso a sus campeones, a la par que confiados en el peso de los argumentos de aquellos dos sabios hábilmente esgrimirían. Todos conocían cómo aquellos maestros mezclaban la sutileza y la belleza en sus alocuciones. Así defendidos, ¿qué podía pasarles? Nadie dudaba de la segura derrota de los rústicos cristianos.

Sin embargo, llegó la hora indicada y los contendores no aparecían. Hubo confusión y no pocos asumieron que los adversarios habían optado por evitarse la segura humillación.

Cuando el tiempo mostró claramente que los defensores de esa oscura y simplona interpretación de la religión no llegarían, un murmullo que iba en aumento interrumpió los abrazos y las felicitaciones entre maestros y estudiantes… Se detuvieron, callaron y aguzaron el oído.

Mas, no alcanzaron a identificar del todo el vocerío, cuando se abrieron de golpe las puertas de la Academia y entraron decenas de cristianos. Venían envalentonados, algunos enfurecidos… y cayeron de inmediato a golpes sobre académicos y jóvenes alumnos. La paliza fue de antología como podrá suponerse, faltaría poesía para poder describirla como se merece. Hombres fuertes, enojados, armados de palos y teas machacando en el suelo a dignísimos portadores de diversos y excelsos conocimientos. La tragedia daba pábulo a la comedia: entre el ruido de los golpes y los alaridos de dolor, se dejaron oír por varios minutos argumentos sutilísimos a favor de las diversas expresiones de la sabiduría, la bondad y la belleza, contra la violencia o explicando la conveniencia de la vida pacífica… Mas, se fueron apagando a medida que el dolor ganaba al discurso académico.

Los palos hicieron lo suyo en los hombres. Las teas por su parte dieron cuenta de los papiros y documentos. Todos ya lo suponían en la ciudad, la suerte siempre había estado echada. No hubo sorpresas ni tampoco remordimiento. Se sabía que el triunfo de los hombres de acción iba a ser total… y lo fue.

El resto de los habitantes de la gran Alejandría vieron a lo lejos la magnífica pira. Incluso, los buenos y pacíficos cristianos, pues claro está que no todos los creyentes estaban por sumir a la ciudad en la dogmática oscuridad de la acción irreflexiva. No obstante, esa mayoría aguardó impávida el desenlace esperado de aquella desigual contienda. No eran malvados ni nada parecido, sólo estaban ensimismados en la cotidianidad de sus vidas o asumían un final que nada ni nadie hubiera podido cambiar… salvo ellos mismos, pero nunca se lo plantearon.

Cuando se iban apagando las lamentaciones y el rumor de las últimas llamas, me desperté sobresaltado. ¡Era tardísimo! Corrí a la ducha, al punto de ni percatarme del leve olor a quemado que aún se dejaba sentir en la habitación.

Mientras me jabonaba, no dejaba de sonreír por las ridículas ocurrencias de aquellos inocentes humanistas: organizar un debate y escribir panfletos con argumentaciones para detener a las hordas de bárbaros cristianos, a los hombres de acción. ¡Lo que faltaba es que alguno escribiera un relato breve!

Salí como una tromba a la calle, pues no quería llegar tarde a dar mi clase humanista a los futuros ingenieros y científicos.

¿Y si nos ponemos derechistas en serio?

¿Y si nos ponemos derechistas en serio?

Esta campaña ha sido de un nivel intelectual y político mínimo... y tal vez estoy siendo generoso. Para variar, en ello ha tenido mucha responsabilidad la derecha (¡no la inexistente “centro” derecha!) con su ya clásica campaña del terror y la desinformación.

Sinceramente, en lo puntual me parece de una bajeza intelectual y, más relevante aun, democrática, soltar a los cuatro vientos el mito de que un triunfo de la Nueva Mayoría llevaría al país a la ruina económica.

Por supuesto que no lo digo por defender a esa coalición, de la cual soy opositor y que fue fundamental en la legitimación del neoliberalismo al vestirlo de “centro izquierda”, y en darle al país la gobernabilidad que pedían los grandes poderes económicos para hacer sus negociados.

Se trata de ser al menos un poco, un poquitín serio y, sobre todo, de ver la historia de nuestro país bajo los gobiernos de la Concertación-Nueva Mayoría. Específicamente, en el aspecto económico que es el gran tema de nuestra monotemática derecha (fuera de que por su mitología y miopía mental, todos los demás temas se derivarían de aquel o se solucionarían a raíz del crecimiento económico).

Podríamos recordar la triste propaganda arribista de un Chile “ejemplo” o “jaguar” de Latinoamérica, que el país fue aceptado en la OCDE, el exclusivo club de los países ricos, o la buena y hasta excelente calificación de riesgo que nos han dado las agencias internacionales. Mas, simplemente, nos podemos preguntar cómo les ha ido con las políticas de la Concertación-Nueva Mayoría a algunas de las grandes industrias del país:

¿Pueden quejarse los bancos? No.

¿Pueden quejarse las mineras? No... aunque hoy se llore crisis, una minera del cobre ¡recupera en unos dos años su inversión!

¿Pueden quejarse las pesqueras? No.

¿Pueden quejarse las farmacias? No.

¿Pueden quejarse las AFP’s? No.

¿Pueden quejarse las ISAPRES? No.

¿Pueden quejarse los supermercados? No.

¿Pueden quejarse los malls? No.

¿Pueden quejarse las forestales? No… ¡si hasta las subsidian!

¿Pueden quejarse las tiendas de retail? No.

¿Pueden quejarse las constructoras? No… aunque hoy se llore crisis, llevan años de bonanza.

¿Pueden quejarse las carreteras urbanas e interurbanas? No.

¿Pueden quejarse las empresas de servicios básicos? No.

¿Pueden quejarse las universidades privadas? No.

¿Pueden quejarse las clínicas privadas? No.

¿Puede quejarse la agroindustria? No.

En fin… Aparte de las cifras de ganancias, no podemos dejar de recordar el sistema impositivo regresivo, el marco legal que permite la concentración de los mercados o la protección a las colusiones y otras estafas.[1]

¿Quiénes sí pueden quejarse, mucho y con toda razón? Sin duda, las PYMES y los ciudadanos comunes. Y eso que nuestra derecha dice que su gran preocupación son los “problemas reales de la gente”… A la hora que no, ¡imagínense!

Insisto, lejos de mi intención está defender a la Concertación-Nueva Mayoría. Pero, hay cosas que dan vergüenza ajena por su cretinismo o causan enojo por ser mentiras demasiado burdas.

Nuestra derecha, por su corrupción está al servicio de los grandes sectores económicos; o por su ciego dogmatismo tecnocrático, asume el fantástico mito de la autorregulación y el chorreo. Da igual, la inmensa mayoría del país (incluso quienes realmente podrían identificarse como clase media) sigue en el vagón de cola del “progreso” y la “modernidad”… O, incluso, miran desde el andén de la estación como aquel tren se aleja raudo con un par de pequeños coches de lujo donde la fiesta no se detiene.[2]

Sólo cuando una derecha es oligárquica o se mantiene aferrada a la desigualdad extrema del liberalismo clásico, puede ser una derecha como la nuestra. A estos “pelucones”, pues no les da ni para “pipiolos”, su verdadera postura no se alcanza a maquillar con la mentira de “popular” o de la “centro” derecha.

En línea con su antiliberalismo, para estas elecciones nuestra derecha optó por un codicioso inversionista millonario (¡no un empresario!), quien más que biografía tiene un prontuario y con una mentalidad que no le va en zaga a la de cualquier estafador. O sea, a contrapelo de un principio liberal básico, en vez de separar el poder, le quiere dar de nuevo el Ejecutivo a quien ya detenta un inmenso poder económico por poseer una de las grandes fortunas de país.[3]

¡Qué ganas de tener una derecha en serio! Una a la que no haya que temerle, sino una con la cual se tengan diferencias de grado, por ejemplo, en cuanto a los derechos básicos universales.

Jean-Jacques Rousseau señalaba en El contrato social: “por débil que sea la influencia que mi voz ejerza en los negocios públicos, el derecho que tengo de emitir mi voto impóneme el deber de ilustrarme acerca de ellos”. Vaya que hace falta escuchar a ese viejo liberal. Tal vez muy izquierdista para el paladar de nuestra derecha antiliberal, pero como no leen a quienes debieran ser sus héroes, no pueden celebrar a Rousseau por oponerse a darle la ciudadanía —o sea, el derecho a votar y ser votados— a los trabajadores: para él sólo debían tener permiso de residencia en Ginebra, su ciudad natal.

La justicia y la moral no son monopolio de la izquierda, tampoco la inteligencia ni la formación intelectual. Eso también es un mito. Mas, no podemos negar que nuestra derecha le echa leña a camionadas a esa fogata de la izquierda.

¡Qué ganas de tener una derecha en serio! No esta derecha tan ignorante que es antiliberal o tan traidora a sí misma que se pavonea de tal hipocresía.



[1] Digo protección, pues económicamente se sabe que en Chile es muchísimo más conveniente violar a ley y asegurar ganancias millonarias, porque luego sólo se paga una multa risible… ¡Y ni hablar de penas de cárcel!

[2] Recuérdense sólo dos datos: “La mitad de los trabajadores en Chile gana menos de 3oo lucas (pesos) al mes” (http://www.fundacionsol.cl/2017/04/la-mitad-los-trabajadores-chile-gana-menos-300-lucas-al-mes/); y el 1% de los más ricos tienen una participación del 32,8% en el ingreso total del país (http://ciperchile.cl/2013/03/28/la-parte-del-leon-como-los-super-ricos-se-apropian-de-los-ingresos-de-chile/).

[3] Nuestra derecha es tan paradójica que, lejos de ser adversarios irreconciliables, en Chile nuestros macrones y le penes están en la misma coalición. Asimismo, no tiene ningún problema moral ni político para hacer negocios con dictaduras comunistas como China o Vietnam… se sabe que si Cuba fuera una economía más grande, no serían tema los derechos humanos en la isla.

¿Cómo podemos o cómo queremos vivir?

¿Cómo podemos o cómo queremos vivir?

Hace un tiempo un conocido relataba las curiosidades que implicaba tener un hijo más en Chile en comparación con Francia. Cuando fue a la ISAPRE a comunicar que la familia tenía un nuevo miembro, le explicaron con pesar que el retoño conllevaba un alza del precio de su plan; la opción era contratar uno más barato con menos prestaciones. Luego de conocer esa mala noticia, por tener el niño ascendencia francesa, nuestro personaje se dirigió a dicha embajada a inscribirlo. A sólo unas pocas cuadras de la ISAPRE… además de felicitarlo por la buena nueva, también le comunicaron que tenía derecho a una ayuda estatal en dinero por el recién nacido.

Otra persona, por su trabajo en el área de la salud pública, visitó Japón para conocer la experiencia nipona en dicho ámbito. Le mostraron hospitales con excelentes instalaciones y tecnología, muy superiores a la realidad de nuestros centros de salud públicos. Tal fantástico escenario despertó sospechas en nuestro compatriota y preguntó dónde se atendía la gente con menos o sin recursos. Su anfitrión no entendió la lógica de la duda y, luego de la insistencia, le contestó con el desparpajo de quien dice una obviedad: se atendían en esos mismos hospitales.

Más de alguien podría responder ramplonamente que, a diferencia de Chile, esos países sí tienen el dinero para implementar tales planes.[1] Con lo que se olvida algo obvio, algo demasiado obvio. Más allá del dinero, estamos en el campo de la voluntad política fruto de una visión de sociedad, de cómo se quiere vivir en comunidad. El dinero no conlleva de por sí ideas, ni la voluntad de distribuirlo en la forma de subsidios o algún tipo de plan social. Es más, la propia mitología capitalista liberal es la que sostiene que las ideas son el germen del dinero.

En Chile los políticos neoliberales y tecnócratas nos han timado con el cuento del tío de la economía “científica”: cuando se haya acumulado suficiente riqueza, en base a medidas de discriminación hiperpositiva en favor de los multimillonarios y grandes empresas, recién ahí podremos pensar en distribuir esa riqueza. De más está decir que es un misterio cuánta riqueza  es suficiente y hasta cuándo hay que acumularla.

Esa distribución, nos remarcan, sólo debe realizarse a través del chorreo (o sea, de forma indirecta). El chorreo tendría una doble dimensión: los grandes agentes del mercado gastarán su dinero y así crearán empleo y/o el Estado dispondrá de más recursos vía impuestos a las utilidades de esos grandes agentes. No obstante, nuestro sistema impositivo es regresivo o pro ricos… tan regresivo que el Estado recauda ¡cuatro veces más dinero del IVA que de los millonarios![2] Es más, al ser un impuesto indirecto afecta sobre todo a los pobres: al tener menores entradas, gastan la mayoría o todas ellas pagando IVA.

Si no fuera a lo menos curioso guiarse por tan singular estrategia, no hay que olvidar que la propia lógica liberal nos deja en un callejón sin salida. Por una parte, esa fe de ribetes religiosos en el chorreo, no se hace cargo de los propios fundamentos en que se sostiene: la naturaleza egoísta ¡de la especie! implicaría que no sabemos qué monto de la riqueza acumulada se invertirá, ni si se hará con fines pro sociales. Aunque esta última posibilidad sea fruto de un individualismo inconsciente, el cual nunca quiso cooperar con los demás, es esperable que los ricos inviertan su dinero en paraísos fiscales o lo gasten en mero consumo ostentoso como señalaba el economista Thorstein Veblen.[3]

Aun así, no faltarán los abogados del lujo, tanto como una opción legítima de la libertad económica individual, como por efectivamente crear trabajo. Sin embargo, se podría especular que esos empleos no son suficientes para mantener un país; o, más importante todavía, es un chorreo que no crea empleos fuera de la producción y comercialización de lujo. Si bien la filantropía de millonarios puede ser una excepción, en general el chorreo no crea trabajos como enfermeras en hospitales públicos, profesores rurales o de sectores marginales-urbanos, psicólogos de consultorios municipales, tampoco construye hospitales, caminos rurales o puentes en zonas pobres y/o apartadas, etc.

Sabemos ya la respuesta a la última salvedad, la conocemos desde el siglo XVIII por Adam Smith: el Estado debe asumir todo lo que no despierte la codicia de los privados. Vale, pero aquí tenemos la segunda parte del callejón sin salida en que nos deja la ortodoxia: para ello el Estado requiere ingresos. Y un Estado neoliberal como el chileno tiene prohibido extender su condición de empresario y tiene coartada ideológicamente (y por los poderes fácticos) una reforma impositiva en serio y progresiva. No una “reformita” o un mero ajuste tributario como, por ejemplo, ocurrió en el gobierno de Piñera el 2012.[4]

La “ciencia” económica nos deja atados de pies y manos. No hay que olvidar que esa formación ideológica disfrazada de “ciencia”, es la que se imparte en las universidades del país y (de)forma a nuestra juventud al hacer pasar una postura política, adornada con matemáticas, por ciencia.[5]

En Chile los ricos son intocables. Cualquier propuesta al respecto es de inmediato tildada de “irresponsable”, “populista”, o se rechaza porque de seguro espantará la inversión. Hasta hemos visto la estupidez y/o la bajeza de afirmar que medidas redistributivas serían catastróficas: Chile se transformará en Venezuela… Lo cual no le ha ocurrido a ningún país capitalista exitoso en términos de crecimiento e igualdad de oportunidades; como Bélgica, Canadá, Suecia o Dinamarca entre otros. Todos ellos lejísimos de haber emprendido el Camino de servidumbre hacia las garras del comunismo, como nos advirtiera Friedrich von Hayek. Ni la lógica, ni las cifras, ni los hechos son considerados por la “ciencia” económica y la consiguiente política económica chilena y, puntualmente, por la tributaria.[6]

Por supuesto es útil una técnica preocupada de que cada peso sea efectivamente bien invertido. Mas, no es aceptable el extremo actual en que técnicos con una formación precaria y sin más criterio que la eficiencia —una especie de contadores-mercanchifles megalómanos—, sean quienes determinan todas las políticas del país. Los buenos técnicos deben reasumir su lugar como consejeros y realizadores de políticas que se deciden en instancias reflexivas superiores.

El realismo es conveniente. No así el inmovilismo y la pérdida de horizontes más amplios a causa de un pragmatismo simplón. El cual, para peor, insiste en las mismas recetas que ya han demostrado su fracaso… redistributivo, no en cuanto creación y acumulación de riqueza.

Nadie quiere promesas incumplibles. En ese sentido, es rescatable cierta influencia económica en la política. Pero, es una exageración que toda propuesta sea enjuiciada desde el (des)criterio de la “buena economía” neoliberal. Las ideologías o los ideales más altos que hacer caja, no implican inexorablemente que alguien pudiera prometer transformar a Chile en el primer exportador mundial de carne de unicornio. La obtusa mirada maniquea es asimismo parte de la mediocridad tecnocrática.[7]

En tiempos de elecciones es bueno recordar lo que está en juego, o lo que debería estar en juego, son proyectos de sociedad: propuestas de cómo queremos vivir en comunidad. No sólo por qué estilo de administración de lo que hay optaremos o de lo que nos dicen es lo posible … postura que, a menudo se olvida, también es un modelo ideológico de sociedad.

A principios del siglo XX el gran historiador inglés de la economía, R. H. Tawney escribía en La sociedad adquisitiva unas palabras que, casi un siglo después, calzan perfectamente con nuestro país:

“Hay muchos, por supuesto, que no quieren que se produzcan cambios y que se opondrán a ellos si se intenta llevarlos a cabo. Para estas personas, el orden económico existente ha demostrado ser ventajoso. Desean únicamente aquellos cambios que les aseguren igual provecho en el futuro (...) Lo que necesitan no son argumentos: el cielo les ha negado una de las facultades que se requieren para comprenderlos”.



[1] Chile es un país OCDE, no es pobre sino desigual: “Chilenos suben en ranking mundial de patrimonio: somos los más ricos en América Latina” (http://www.biobiochile.cl/noticias/economia/actualidad-economica/2017/10/02/chilenos-suben-en-ranking-mundial-de-patrimonio-somos-los-mas-ricos-en-america-latina.shtml); “Mercado del lujo no siente la desaceleración y este año se espera que crezca 5%, por sobre la media mundial” (http://www.elmostrador.cl/mercados/2017/06/29/los-ricos-no-lloran-mercado-del-lujo-en-chile-espera-crecer-5-en-2017-por-sobre-la-media-mundial/); “US $120 mil millones en 10 años: el regalo de Chile a la gran minería privada del cobre” (http://ciperchile.cl/2017/01/10/us120-mil-millones-en-10-anos-el-regalo-de-chile-a-la-gran-mineria-privada-del-cobre/).

[2] “Chile recauda cuatro veces más impuestos por el IVA que por lo que pagan los más ricos” (https://www.publimetro.cl/cl/noticias/2017/11/24/chile-recauda-cuatro-veces-mas-impuestos-iva-lo-pagan-los-mas-ricos.html).

[3] Teoría de la clase ociosa. 2da. ed. México: FCE, 1974.

[4] “Fundación Sol: Reforma que anunciará el Gobierno sólo es un ajuste tributario” (http://www.cooperativa.cl/noticias/economia/impuestos/fundacion-sol-reforma-que-anunciara-el-gobierno-solo-es-un-ajuste-tributario/2012-04-26/195254.html).

[5] Por citar un ejemplo entre tantos posibles, desde la academia no se escuchó voz alguna denunciando que “las concesionarias a cargo de las carreteras (…) recuperan desde el doble hasta 14 veces el monto de inversión de una ruta”. ¿Esto no se supone acaso una pésima asignación de recursos o a lo menos una pérdida catastrófica para todos los chilenos? (“Las brutales ganancias de las rutas concesionadas: se podrían hacer más de 90 carreteras”; http://www.biobiochile.cl/especial/noticias/reportajes/reportajes-economia/2016/10/07/las-brutales-ganancias-de-las-rutas-concesionadas-se-podrian-hacer-mas-de-90-carreteras.shtml).

[6] “La parte del león: cómo los súper ricos se apropian de los ingresos de Chile” (http://ciperchile.cl/2013/03/28/la-parte-del-leon-como-los-super-ricos-se-apropian-de-los-ingresos-de-chile/). “Cómo captar la riqueza regalada del cobre” (http://ciperchile.cl/2017/01/19/como-captar-la-riqueza-regalada-del-cobre/).

[7] Curiosamente, esta verdadera cruzada en contra de los ideales y lo ideológico, olvida a esos soñadores neoclásicos que a mitad del siglo XX eran ridiculizados por su utopía extremista de una sociedad abierta con ajuste automático… Con no poca ironía, su sueño cumplido es hoy nuestra pesadilla.

Votar o abstenerse... ¿contradicción total?

Votar o abstenerse... ¿contradicción total?

En tiempos de elecciones, surgen los debates acerca de la abstención como opción política. No me refiero a los abstencionistas por desidia o del tipo “analfabetos políticos” de Brecht; sino a quienes desde un análisis político asumen que la participación en un sistema viciado es inútil, cuando no te hace cómplice al legitimar dicha estructura de opresión haciéndola ver como una realmente democrática. Así, para estas personas críticas, lo que queda ante la falsa opción del voto es el largo y tortuoso camino de organización y lucha por fuera de la (falsa) democracia.

Justamente, es esa democracia de élite y para la élite la que ha alejado a las personas de las urnas y de la vida política y/o ha hecho que otros se abstengan como castigo o manifestación de rebeldía.

Uno puede o no concordar con ese análisis, y en lo personal estoy de acuerdo con gran parte de él, pero ante todo hay que reconocer que es una postura razonada. Si es razonable en estos momentos, es el tema sobre el cual quiero exponer.

Respetando esas opciones ideológicas serias por la abstención, francamente en estos momentos me parece una especie de lujo.[1] Pues, la inmensa mayoría de la población que vive en nuestro país necesita de iniciativas cuyo origen y motor, aunque no nos guste, es el mundo político oficial. Desde ahí se elaboran leyes, se planifica y se toman decisiones.

Por ejemplo, hasta donde yo sé, la gran mayoría de los habitantes de Chile necesitamos un mejor transporte público, obras que mejoren la conectividad, acabar con las listas de espera en los consultorios, acceder a la gratuidad en educación, subir las pensiones a jubilados, más derechos laborales, acabar con las discriminaciones de cualquier tipo, combatir la corrupción, proteger a los consumidores, recuperar el agua y los minerales, eliminar la brecha salarial entre hombres y mujeres, proteger el medioambiente, construir más viviendas sociales, reformar el Sename, apoyar a mujeres jefas de hogar o víctimas de violencia intrafamiliar, acceso universal a salud y medicamentos, etc., etc., etc.[2]

En ese contexto, creo que lo urgente se antepone a lo importante. Y en lo personal, no quiero contribuir a que un gran número de personas se vea perjudicada porque no se legisle en su favor o se eliminen planes o prestaciones que los favorecían. Mas, si en el fondo, mi situación en el contexto chileno, es buena en comparación con la mayoría.

Por supuesto no pretendo sugerir que todas las personas que se abstienen (porque precisamente son críticas de la democracia liberal y del capitalismo de mercado en razón de la condición que dichos sistemas conllevan para las mayorías), olviden a esas mayorías oprimidas por una cuestión de “consecuencia” personal. Pero, al final del día, la agudización de las contradicciones a costa de las personas, no le va en zaga a los sufrimientos “transitorios” que supuestamente conlleva el futuro esplendor del libre mercado.

Tanto las vanguardias de izquierda como las de derecha que son los tecnócratas herederos de los Chicago boys, dicen estar interesados en las personas... pero son los primeros en sacrificarlas. Por eso, no quiero esperar a que unos iluminados nos guíen a la construcción definitiva de una sociedad ideal. Tanto por el bienestar de los demás como por mi propia esperanza de mejorar mi situación personal (mi futuro de jubilado pobre por ejemplo).

Prefiero caminar y mascar chicle. Porque sí se puede. Participar del proceso democrático, más allá de sus evidentes falencias y falacias, y avanzar en educación y organización antisistémica. Ya sabemos lo que ocurrió con el “avanzar sin transar”... que en el caso actual sería un “esperar sin transar”. Y ni siquiera me refiero al Golpe de Estado de 1973 en sí, sino a todo lo que se perdió por miopía política, maximalismo y, por cierto, por una absurda actitud de mantener una pureza revolucionaria o ideológica.

En otras palabras, votar hoy no implica renunciar al futuro. Es más, si Ud. se abstiene por convicciones políticas, es decir, es capaz de hacer un análisis político, sabrá que el voto también puede ser un arma de negociación.

Por lo demás, si Ud. viene desde hace años alegando por congresistas que legislan en contra los intereses del pueblo, incluso de las futuras generaciones, sería contradictorio y hasta implicaría un cierto grado de complicidad pasiva no votar y dejar a esa gente en sus cargos en el Congreso.[3]

De hecho, no deja de resultar curioso movilizarse exigiendo una medida política o ley, o contra ellas y/o contra ciertos políticos; pero a la vez no votar por/contra una medida política o ley, o contra esas figuras políticas.

Finalmente, no me queda claro qué tan bien nos ha ido con la abstención desde el plebiscito de 1988 hasta hoy. Porque creo que ahí hay un punto relevante para juzgar la abstención en tanto protesta: ¿Ha logrado algún cambio o simplemente despejó el camino para las élites que ni se han dado por enteradas de que la mayoría de los chilenos no vota? O sea, en términos prácticos y a la vista de sus resultados: ¿la abstención es un medio que nos ha ayudado a lograr algo o sólo asegura mi consecuencia política y mi pureza ideológica?

Si pienso, por ejemplo, en una escuela en un pueblito perdido en la puna y sus raciones de almuerzo para sus niños, bien me parece dejar a un lado mi consecuencia política.

Se puede caminar y mascar chicle. Es más, creo que es algo que se debe hacer. Votar o abstenerse no es una contradicción total.



[1] Tal como ocurrió con el plebiscito de 1988 contra Pinochet, aunque no comparable con nuestra situación actual por lo que estaba en juego hace 29 años.

[2] Fuera de que para un sinnúmero de aspectos burocráticos es necesario el funcionamiento del Estado a partir de la elección de representantes: desde los estadios o consultorios municipales hasta los tribunales y las policías.

[3] Ya se sabe a qué respondían esas leyes que no sólo nos desprotegían, sino también nos perjudicaban: cohecho o coimas. Esas que la prensa llama asépticamente “financiamiento ilegal de la política”.

Sánchez y Guillier no son blancas palomas

Sánchez y Guillier no son blancas palomas

Estas líneas responden a la oportunidad única que tuve ayer por la noche en un café: sentarme junto a la mesa del equipo de investigación de un prestigioso sitio periodístico. No es que uno ande por la vida escuchando conversaciones ajenas, pero aunque hablaban en un volumen moderado, el local era chico y la cercanía hizo lo suyo.

Estaban conversando sobre una investigación acerca de Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier, la cual según ellos de seguro sería el “golpe” periodístico del año. Escarbaron en su pasado, cuando ambos coincidieron en el mundo del periodismo, y descubrieron que habían hecho varios negocios juntos. Hasta ahí nada que llamara la atención. El punto es que no pocos de esos negocios fueron de un carácter ético bastante dudoso.

Dentro de lo que alcancé a escuchar estaba: a) el uso de información privilegiada conseguida como periodistas, para comprar acciones de una compañía a un precio muy conveniente; b) que estarían siendo investigados judicialmente en un país vecino porque justamente esa compañía, con su anuencia como accionistas mayoritarios, pagó una coima millonaria para entrar en el mercado de dicha nación; c) que las ganancias de sus negocios las han usado para comprar las hoy tan de moda empresas zombies y así eludir millones de pesos en impuestos en Chile; y, d) poseerían una cantidad considerable de dinero en paraísos fiscales para eludir, una vez más y por otra vía, ¡el pago de impuestos en el país del cual quieren ser presidentes!

Al tenor de los antecedentes de la investigación, lo más probable es que al darse a conocer arda Troya con toda razón y desde todos lados les den duro a los candidatos. Si basta uno de los casos señalados para desarrollar una opinión negativa de Sánchez y Guillier, imaginamos lo que pasará al considerar todos los chanchullos nombrados. Especialmente, es esperable la condena ética a esos turbios negociados desde la derecha política y sus votantes. En realidad, no se trata de ser de derecha para reprocharlos; es sencillamente una cuestión ética que va más allá de lo ideológico. En cualquier país normal debiera ser el fin de su carrera presidencial.

Lamentablemente, Chile es muy singular y uno puede sospechar que nada ocurrirá. Y eso que estamos en medio de una indignante ola de corrupción que, salvo a los propios corruptos, a nadie deja indiferente.

Prueba de aquella triste situación para cualquier país, es que la candidatura de Sebastián Piñera sigue en competencia... Ya se habrá dado cuenta Ud. de que lo relatado arriba sobre Sánchez y Guillier es falso. Salvo los hechos que sí son verdaderos y corresponden a parte, sólo a parte, del amplísimo prontuario de Piñera. Un candidato que ya fue presidente y senador con una orden de arresto en su contra a cuestas por el desfalco al Banco de Talca.

Su carrera política es una muestra de que la codicia desenfrenada, la ambición por el poder, una ética comercial absolutamente cuestionable, la mentira sistemática y hasta la incontinencia verbal no son obstáculo para ser votado.

A la fecha la defensa del candidato de Chile Vamos es rabiosamente cerrada entre sus fans. Hace meses su comando afirmó que criticarlo era una “canallada” y ello ha sido el sostén de su “defensa”. A nadie de sus seguidores parece importarle que, con una burda estrategia comunicacional, se eluda el fondo de las críticas. Para ellos no se trata de probar su inocencia, sólo de ignorar las evidencias.

El plan ha funcionado tan bien que los argumentos racionales y fundados en hechos no tienen ningún efecto en los “piñeristas”. Estos no han comprendido que no se trata de política partidista y menos de una “canallada”. ¡Es una cuestión ética! Y esa flagrante indiferencia ante lo ético no deja de ser profundamente trágica para nuestro sistema democrático.

Por eso es tan difícil escribir sobre Piñera. Fuera de que ya tantos lo han hecho y muy bien, con detalladas exposiciones de sus andanzas. Sin embargo, la intención de voto sigue ahí, firme. Y obviamente, a días de la elección, no es de mi interés que entre sus detractores nos deleitemos recordando su corrupción moral, sus chistes fomes y desubicados, su discurso simplón o sus descaradas y continuas faltas a la verdad.

Sólo me permito aquí sugerir un ejercicio a sus votantes potenciales, a esos aun con dudas, y a quienes no desean hasta ahora votar el domingo. Si Ud. pensó que Sánchez y Guillier eran indignos de confianza por cometer actos éticamente reprobables, ¿por qué con Piñera podría ser diferente?

¿Es aceptable que con nuestro sufragio o con nuestra abstención permitamos a un sujeto de esa calaña volver a La Moneda?

No tengo confianza en esa verdadera barra brava que son los “piñeristas”, menos en la mafia que lo levantó como candidato a sabiendas de su prontuario (gente, en tal sentido, tal vez aún más nefasta que él en su sed de poder). Lo que queda es apelar, ya no al sentido político de los chilenos y chilenas, sino simplemente a su decencia. Parece de perogrullo. No obstante, la campaña presidencial nos ha demostrado que el estándar ético que debe exigírsele a un candidato a la presidencia no es una obviedad en nuestro país.

En medio del rebalse de la fosa séptica que es Chile éticamente hoy, con qué cara ayudaremos por acción u omisión a que el estandarte de la corrupción llegue (¡de nuevo!) a la primera magistratura. Habría que cambiar definitivamente el lema del escudo nacional: de “Por la razón o la fuerza” a “El que no corre, vuela”. Sería digno de Piñera y de una nación que lo elige… o deja que lo elijan.

La ética debería bastar en un país decente para oponerse a un corrupto… Incluso, todo el daño que nos hará como habitantes de Chile debería ser secundario.

 

Nos lo merecemos parece

Nos lo merecemos parece

’Tamos mal...

Cuando escuchas a un par de profesoras universitarias que se molestan porque a Piñera los periodistas le preguntan tanto por su estafa al Banco de Talca... ¡Si fue hace tanto tiempo!

Cuando un votante de la Nueva Pillería dice que los del Frente Amplio son extremistas... ¡Si proponen políticas socialdemócratas que aquel votante en teoría debería apoyar!

Y los jóvenes, con el potencial de votos para poner a una persona en La Moneda y cambiar la constitución de la Cámara... ¿Votarán?

¡’Tamos mal, muy mal!

Fútbol profesional chileno

Fútbol profesional chileno

Ver hoy a los punteros jugando, y a los equipos "grandes" en general... es torturador. Más, con unos hinchas viejotes gritando y cantándote en la oreja... Insufrible.

Pero, justamente los hinchas ni se inmutan, hasta se gozan en su ridícula autocomplacencia por el fútbol profesional. A saber:

- Un campeonato mediocre que es "emocionante", porque es tan malo que varios pueden campeonar.

- Campeones que hace más de una década hacen el ridículo en la Libertadores (¿cuántos campeonatos chilenos valdrían 1 en un campeonato decente de otro país?).

- Campeonato penca donde jugadores viejos o de mediocre paso por el extranjero son "estrellas".

- Campeonato penca y vergüenzas internacionales que las SADP no les importa, porque sacan igual su platita con su mirada de corto plazo.

- Clubes sociales que les fueron "guachipeados" a los hinchas por esas mismas SADP y aun así los "fanáticos" se pavonean de ser "campeones" de triunfos que en realidad no les pertenecen (¡cómo si nos sintiéramos en el cielo porque una empresa tuvo utilidades extraordinarias!).

- Hinchadas que sitúan su identidad en una SA y desde esa identidad asumen que otros clubes SA son "archienemigos" (¡como si en cualquier otro mercado se odiaran los consumidores de dos marcas!).

- Por si fuera poco, Chile adulta fuera del Mundial, recordando además que esa gran generación no es fruto de un modelo de desarrollo deportivo.

- Las selecciones juveniles dan bote y las juveniles de los clubes están botadas... no dan plata a corto plazo para las SADP.

- SADP que a estas alturas ya se sabe no han servido para desarrollar nuestro fútbol.

- Desarrollo que nunca llegará si, entre otras cosas, los 3 clubes "grandes", con la anuencia de los demás, se llevan la mascada del león de las platas del canal del fútbol.

Así está la cosa... que tu vida se juegue cada domingo por un club que no te pertenece, por una SA en la cual ni siquiera tienes acciones, y que eso sea más importante que tu salud, pensión o educación.

Sí, me dejaron mal genio los pelmazos cantándome en la oreja.

¿Y si esta vez votamos y los botamos?

¿Y si esta vez votamos y los botamos?

Todos conocemos a alguien que no vota. Ni siquiera específicamente en la próxima elección de noviembre, sino en ninguna. Están quienes lisa y llanamente no votan por desidia y/o desinterés; y quienes no lo hacen por motivos ideológicos: en este sistema sufragar es inútil y, para peor, legitima y reproduce el sistema.

El primer tipo de persona me parece de una simpleza preocupante, del tipo “analfabeto político” de Bertolt Brecht[1], cuando no de un individualismo que, irónicamente, se le podría llamar suicida: su desinterés tarde o temprano los perjudicará. Respecto a quienes tienen motivos ideológicos para abstenerse, a estas alturas me parece que su postura implica complejidades prácticas no menores.

Para ayudar a exponer sobre esas dos actitudes ante el voto, me valdré de la última Encuesta CEP de Septiembre-Octubre. Más allá de los cuestionamientos que se le pueden hacer a dicha medición y a la organización que la realiza, la usaremos aquí para poner de relieve los temas que hoy son de interés en el país. Si Ud. mira la encuesta en ese ítem, no está tan alejada de lo que muchos piensan.[2]

Ante la pregunta “¿Cuáles son los tres problemas a los que debería dedicar el mayor esfuerzo en solucionar el Gobierno?”, las temas prioritarios recogidos por el CEP son: “Delincuencia, asaltos, robos”: 47%; “Pensiones”: 38%; y, “Salud”: 36%.

En cuanto a la “Delincuencia, asaltos, robos”, el ofertón represivo de corto plazo del populismo penal[3] es muy diferente de la perspectiva que entiende el delito cual problema multivariable con un componente penal post facto. Desde la primera postura la solución es más policías y más gente encarcelada con penas más duras. Lo cual deja de lado el amplio tema de la prevención (urbanización, educación, oportunidades e inclusión, calidad del empleo y los salarios, etc.), rehabilitación y reinserción. Por supuesto que para las víctimas y los temerosos el delito es un asunto urgente; pero en su tratamiento eficaz no se puede ser inmediatista ni descontextualizar los hechos.

Respecto a las “Pensiones” demás está decir que todos envejeceremos y, tarde o temprano, nos jubilaremos. Según la Fundación SOL, al tomar en cuenta el “total de pensiones que pagan actualmente las AFP y las Compañías de Seguros (vejez edad, anticipadas, invalidez y sobrevivencia), el monto promedio no supera los $ 215.000 (llegando a $ 230.000 con el aporte previsional solidario que realiza el Estado)”.[4] Si hoy tenemos un gravísimo problema de pensiones miserables para la mayoría de los chilenos, a futuro la situación no variará. Y si Ud. afortunadamente recibirá una buena jubilación, seguro solventa hoy gran parte de los gastos de sus padres, cuando no los mantiene.

Finalmente, el tercer problema prioritario es la “Salud”. En el caso del sistema público, que atiende a la mayoría de los chilenos (y extranjeros), en 2016 casi 25 mil personas murieron esperando atención.[5] De hecho, el sistema está diseñado para ser financieramente deficitario[6], por ende, nadie debería sorprenderse por la calidad y limitaciones del sistema. Por otra parte, si Ud. puede acceder a una ISAPRE, no sé si estará satisfecho con una industria integrada verticalmente y diseñada para “clientes” hombres, jóvenes, con altos salarios… ¡y que no se enfermen!

No hay duda de que los tres temas expuestos requieren un abordaje político. Están directamente relacionados a las políticas públicas y a las leyes… ninguno será solucionado por un movimiento filantrópico privado. Al tiempo que son temas que nos implican a todos los chilenos (y a los extranjeros residentes/visitantes sin derecho a voto).

A pesar de tener en general distancia con el pragmatismo, me parece que en el Chile actual no es malo meditar el voto desde esa perspectiva; sea por consideraciones de interés individual o social. Si quien no vota por desidia y/o desinterés no le importan los demás, parece extraño que ni siquiera le interese su propia situación ni la de sus cercanos. Por otro lado, si la opción política es la abstención que prioriza a las personas que sufren el sistema, ello puede suponer meditar si lo importante debe ceder ante lo urgente. De hecho, un viejo dilema de la izquierda es seguir fiel al análisis (¿y ayudar a agudizar las contradicciones?) o cooperar, aunque sea un poco, con la situación de los necesitados.

Esa posible mejora se relaciona a los marcos legales y, por tanto, no sólo a las elecciones presidenciales, sino asimismo a las votaciones para diputados y senadores. Elección que en el espacio público parece tener una importancia muy secundaria. Sin embargo, aunque en este sistema presidencialista sea central el Ejecutivo, aun así es el Legislativo el que redacta las leyes regentes de nuestra vida cotidiana y hasta de nuestro futuro.

En tal sentido, las elecciones parlamentarias (a pesar de que tenemos Congreso) son muy relevantes. Si de nuevo acudimos a las encuestas del CEP, en la de Julio-Agosto de 2016, ante la evaluación de 1 a 7 del “desempeño de los parlamentarios (senadores y diputados) en general”, ¡un 64% reprobaba a los honorables!... y un 21% los hacía pasar raspando con la nota mínima de aprobación.[7] Luego, en Abril-Mayo de 2017 ¡el nivel de “confianza” en el “Congreso” era de 6%! Estos datos parecerían indicar que, racionalmente hablando, la gente irá en masa a votar para renovar diputados y senadores. Pero, se sabe que la mitológica racionalidad calculadora sólo los economistas más obtusos insisten en sostenerla.

El punto es que no sé si a alguien le cabe duda de que por décadas las élites han trapeado el piso con nosotros, justamente, por desentendernos de la política. Si al fin y al cabo no ha servido de mucho manifestarse por más de 10 años (como es el caso de los estudiantes), menos sirve despotricar por redes sociales, ¿no? Ellos van a seguir ahí, en La Moneda y en el Congreso gobernando para sus jefes... que ya se sabe no somos todos los chilenos.

Así, ya se sabe a quiénes les conviene la abstención y, en particular, dejar a las elecciones parlamentarias en un segundo y anónimo plano. Por eso vaya a votar, ¿ya?



[1] http://servicioskoinonia.org/agenda/archivo/obra.php?ncodigo=606.

[2] Sobre cuestionamientos a la Encuesta CEP, por ejemplo, en términos metodológicos: la muestra es de 1424 personas; en términos políticos: el CEP es una institución de la derecha económica; y en términos de resultados: Sebastián Piñera es considerado el candidato presidencial… ¡“Más honesto y confiable”! (25%).

[3] http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2016/08/07/contra-el-populismo-penal-actual/.

[4] http://www.fundacionsol.cl/2017/08/afp-buenas-pensiones-una-ecuacion-imposible/.

[5] Como la situación y la cifra son literalmente increíbles, dejo una nota periodística: http://www.cooperativa.cl/noticias/pais/salud/hospitales/casi-25-mil-personas-en-lista-de-espera-murieron-en-2016/2017-04-15/100343.html.

[6] http://www.latercera.com/noticia/directora-fonasa-sistema-publico-salud-esta-cronicamente-desfinanciado/.

[7] Los porcentajes para las notas más bajas de la escala son: un 31% calificaba con un 1; un 15% con un 2; un 18% con un 3 y un 21% con un 4.