Pingüinofobia / Pingüinofilia
Más de un mes demoró el gobierno en reaccionar respecto al movimiento escolar. Seguramente nadie en La Moneda o la Concertación tomó en serio a unos “mocosos” que sólo estarían jugando a la política. Craso error. En el intertanto el movimiento creció, tomó fuerza y concitó amplia adhesión. La respuesta del gobierno sólo llegó luego de movilizaciones en que a través del país miles de escolares se declararon en paro, se tomaron sus liceos y después que dio la vuelta al mundo la violenta represión policial en democracia.
Finalmente, el equipo político de lujo de la presidenta optó —como lo pedían unos tramitados jóvenes— porque el ministro Zilic negociara en persona. Además, por cadena nacional Bachelet dijo lo que era de esperar: sin tocar los temas de fondo, dejó encima de la mesa un ofertón de supuestas buenas intenciones, promesas y más plata. Pero, los escolares demostraron una vez más que están a la altura de las circunstancias y rechazaron el ofertón. Su movimiento no es simplemente por las chauchas: por eso piden la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE).
El equipo político de La Moneda, y tal vez la propia presidenta, no habían entendido nada. Pues, si bien es cierto, la crisis de la educación en Chile pasa por una mayor asignación de recursos y la eficiencia en su utilización, el movimiento escolar ha sido claro en destacar su rechazo a la LOCE. Los jóvenes han tenido la claridad de mostrar que la desigualdad en el país no es sólo una cuestión económica; sino, principalmente política. Que en tanto un derecho, la educación es un problema de todos los chilenos y no sólo de los educandos, sus apoderados o los profesores.
Luego de años de pasar desapercibida, fueron los escolares los que han sacado la LOCE a la luz pública. Desde que fue elegido el primer gobierno de la Concertación, casi nadie se había acordado o se había querido acordar de ella. Mientras, estudio tras estudio sobre educación mostraba cómo iba cayendo en todos sus niveles la calidad y diversos sectores iban acumulando las quejas sobre nuestro modelo educacional-comercial. Sin embargo, la LOCE, la piedra angular de ese modelo seguía en el anonimato. Por su parte, el oficialismo nos mareaba ufanándose del aumento de cobertura.
Qué importa la decadencia de la calidad a los comerciantes de la educación, si el aumento de cobertura —el tener cada vez más “clientes” — los ha hecho ganar dinero a manos llenas en el negocio de los colegios, centros de formación técnica, institutos profesionales y universidades. Sin embargo, hay un detalle para nada pequeño que explica la desaparición de la LOCE del espacio público: esos comerciantes pertenecen a todo el espectro político. Es más, tienen entre sus filas a connotados miembros de las dos derechas, a sus parientes, amigos y socios.
Asimismo, la educación-negocio o el negocio de la educación que inició la dictadura y mantuvieron sus administradores democráticos, incluso se ha legitimado más allá del círculo de los comerciantes de la enseñanza. En todos estos años ni el magisterio, ni los estudiantes ni académicos de educación superior se han acordado de la LOCE (salvo honrosas y aisladas excepciones). Las reinvindicaciones se han limitado al financiamiento. Hemos quedado cautivos de dos falaces y estrechos discursos: el tecnocrático que acentúa como único camino la eficiencia en la asignación de recursos y el pseudo filosófico-democrático que raja vestiduras por la libertad de enseñanza.
Tuvieron que pasar todos estos años para que los adolescentes nos abrieran los ojos. Los tiernos frutos del modelo educacional-comercial chileno han venido a desperezarnos, a recordarnos que la medida de lo posible la deben fijar los ciudadanos. Los “cabros chicos” nos están dando clases y evidencian el significado de lo que es voluntad política. Esa que no ha tenido —como en tantos otros aspectos— una Concertación “realista”, la cual ahora se esconde en los cuatro séptimos requeridos para derogar la LOCE. Mas, ¿habían pensado seriamente en esa posibilidad alguna vez?
El más relevante especialista en educación de esa “izquierda”, José Joaquín Brunner, ha sido claro: la educación, como toda mercancía, debe quedar en manos del “sistema de mercado” y no depender de una “política”. En aquél, “los problemas no se ‘subsanan’ en el sentido tradicional de la palabra en que uno hacía una intervención burocrática (...) No, va encontrando resultantes”. Así, por ejemplo, al problema de cuántos profesionales producirá un sistema de educación-negocio, responde: “No tengo idea. Va a producir lo que la fuerza de la demanda y de la oferta determine y cuanto cubra el sistema de crédito”.
El apoyo al modelo educacional-comercial chileno también es sostenido por muchos medios, que no son más que los propagandistas y relacionadores públicos de los poderosos. El fondo del problema lo van dejando en el olvido, al tiempo que hacen de la movilización sinónimo de violencia, encapuchados o saqueos. Es esperable ahora una campaña rechazando la politización y el maximalismo de los estudiantes por no aceptar el ofertón presidencial. Ojalá que los estudiantes sean capaces de aguantar el chaparrón que se les viene y las “máquinas” que intentarán dividirlos y restarles apoyo del resto de la sociedad (…y el Mundial, que será usado para dejarlos en el olvido, encerrados en sus tomas).
Para terminar me quedan dos dudas. La primera sobre la evidente crisis de representatividad de los partidos: ¿a quiénes representan la Concertación y la Alianza cuando siguen defendiendo algo que es rechazado por una gran mayoría de ciudadanos?, ¿es que acaso este no es un “problema real de la gente”?, ¿serán tan sordos como con el divorcio o el royalty?. La segunda duda es si no se habrá traspapelado la medida Nro. 37 para los primeros cien días del gobierno de Bachelet. Dicen que esa justamente abordaba con un perfil socialista el problema de la educación: proponía derogar la LOCE y volver al estado docente.
(Las citas de Brunner son del libro “La privatización de las universidades. Una historia de dinero, poder e influencias” de María Olivia Mönckeberg. Los nombres relacionados a ese negocio explican el mínimo eco que el libro ha tenido en los medios y la obstinación del poder por ignorar la LOCE).
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