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andrés monares

Horst, El Insaciable

Horst, El Insaciable

Horst, empresario y chileno por gracia, señaló entre otras cosas por el estilo, que “No pueden criticar a los empresarios, son la base del país”. Cualquiera creería que Chile está en medio de una millonaria campaña vilmente orquestada (una del tipo que podría armar ese dream team del Mal: El Mercurio-EE.UU.) para difamar a la crema y nata de la sociedad nacional, a personas intachables y cimiento de la nación… O, derechamente, que Chile está a punto de caer en manos de los soviets o del Khmer Rouge que nos llevará a todos de vuelta al campo.

Sin embargo, para mayor sorpresa, Horst critica nada más y nada menos que a un gobierno del “sector”, uno abiertamente de derecha (de “centroderecha” y en parte “popular”). En un país donde se han dado hasta facilidades impensadas en países dignos y realmente soberanos, para la gran actividad comercial y financiera. Desde Pinochet, pasando por todos los gobiernos concertacionistas a la presente administración (curiosamente, al menos en algunas cuestiones, algo más puntillosos que las de “izquierda”). Y, bueno, ya se sabe que nuestra democracia “protegida” ha sido un cogobierno, más allá de las peleas para la TV por cuestiones de detalle al interior de la megacoalición neoliberal. Por lo que, la actual presidencia encabezada por un inversionista multimillonario y con un equipo de tecnócratas neoliberales de primera, no representa mayor diferencia con la “normalidad” pos dictadura.

Pero, aun así, Horst está disgustado. Sentido, algo melancólico diría yo. ¿El pago de Chile?

Entonces, uno bien podría preguntarse a qué aspira este chileno por gracia. ¿Cuál es su país ideal?... ¿Una especie de nación-supermercado donde sólo hayan elecciones… de directorio y, obviamente, con voto censitario? ¿Que el Código del Trabajo se tenga como legalidad civil y penal del país? ¿Qué no exista libertad de expresión? ¿Cambiar el duopolio periodístico por un monopolio del Horst News? ¿Una vuelta al capitalismo salvaje del siglo XIX, a los castigos corporales para los trabajadores “agitadores”, al trabajo infantil, a las jornadas de 14 horas diarias 6 días a la semana, a la prohibición por el derecho penal de las asociaciones de trabajadores, al pago con fichas?…¿Cómo podemos dejar conforme a este benévolo e insigne creador de puestos trabajo?

Como el más mimado de los mimados entre los más ricos de los niños ricos: ¡¿Cómo te podemos dejar satisfecho Horst?!... ¡Guíanos!

Porque es evidente que las inmensas facilidades legales y políticas no le bastan. Tener trato directo con la élite política no le basta. Tener trato económico especialísimo no le basta. Hacer lo que quiere no le basta. Él, como todo el gran empresariado chileno y transnacional, están a sus anchas en Chile: no hay derecho efectivo a huelga, sueldos míseros, baja sindicalización, una sumisa opinión pública “especializada”, pueden coludirse sin mucho problema, pueden hiperconcentrar el mercado, tienen a la servil academia económica ortodoxa comiendo de su mano, puede pagar a 180 días a sus proveedores… Un paraíso terrenal. Pero, ¡no le basta!

¡Ay Horst!... Míseros de nosotros, ¿qué pecado cometimos para que nos tratéis así? Si no hay humillación y traición que no hayamos hecho por ti y tus pares. ¿Quieres 500 vírgenes cada año, cada semestre, cada mes? Pide, sólo pide por favor. ¿Sacar los milicos a la calle? ¿Matar a todos los maricones y drogadictos? ¿Sacrificios humanos, una arena de gladiadores, la vuelta de la esclavitud, del derecho de pernada? ¿Resucitar al Tata, a Adolf?, ¿clonarlos?… Dínoslo por favor. Lo que sea, en serio. Estamos para servirte.

Si no te bastó estar por sobre la ley, la política, las personas… Te cubriremos también de la murmuración y envidia pública. Un empresario no es un hombre más, es un súper hombre; y como tal no es posible que sea criticado, censurado por simples mortales. Haga lo que haga, diga lo que diga está bien. Porque sus dichos y obras apuntan a un benévolo y sabio fin que, dada nuestra banal condición humana, no podemos ni imaginar. Te declararemos por encima de la moral, nada ni nadie se atreverá a tocarte. Si quieres prohibiremos que te hablen o miren, so pena de 200 azotes en la plaza pública. O si prefieres montamos un auto de fe con hoguera y leña verde. ¡Te declararemos el nuevo Rey Sol! No, ¡un semidiós en la copia feliz del Edén! Tendrás impunidad e inmunidad total entre los mortales. No se te tocará ni con el pétalo de una rosa. Tuyo será el Reino, el poder y la gloria por siempre Señor, Rey de reyes, Bendito entre todas las mujeres…

Ahora bien. Pasado el choque de paroxismo ante el sentido enojo del patrón, uno podría preguntarse ante esta pataleta y maña infinita de Horst: ¿de quién es la culpa? Del chancho, y que me disculpen los Sus scrofa domestica, ¿o de quién les ha dado el afrecho por 40 años?... Y no hay que olvidar a quiénes han votado por los que tan pródigamente han “alimentado” a dicho personaje y a sus amiguis. Más, cuando estamos ad portas de una elección donde todo indica que será elegida la candidata “izquierdista” del gran empresariado y de las grandes finanzas.

Parece que no era una cuestión baladí eso de ser “consumidores” y no “ciudadanos”… y para qué decir “pueblo”, ¿no? Porque nos tienen convencidos de que sin ellos y las chucherías que nos venden a crédito, no somos nada. Que nos hacen un favor al darnos trabajo, aunque ganen millones con lo que les compramos, los intereses que les pagamos y las horas que les trabajamos.

Finalmente, y a sugerencia de un no tan joven historiador, nos podemos preguntar: ¿sobreviviría un empresario como Horst en su natal Alemania? O en un país donde, en verdad y por lo menos, exista un verdadero sistema social de mercado.

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