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andrés monares

Banqueros pungas

Hace tiempo que no sabía nada de mi viejo amigo Daniel López. Había anunciado viaje a Chile tantas veces sin cumplirlo, que sólo quedaba en el recuerdo su singular frase, en su aún más particular tono de huaso ladino: “Sigo presente en el destino de la patria”. Debía estar ocupado por su labor de periodista free lance en el lejano Punguistán (como contara este humilde columnista en otra oportunidad: país con sorprendentes parecidos al nuestro y en donde la etnia punga domina la vida social, política y económica).

Curiosamente un día cualquiera me encontré a López en el chat de mi correo electrónico. Se me apareció con una carita feliz que con la mano derecha hacía un saludo militar y con la izquierda agarraba un gran fajo de billetes. Y digo curiosamente porque una persona de su avanzada edad, por lo general, no se distingue por su pericia en la web. De hecho, él al chat le llama “shaft”... tal vez por alguna reminiscencia gastiferil de su infancia.

Me contó que andaba con sentimientos encontrados. Su ahijada de Punguistán había entrado a la universidad, pero debía recurrir a la banca para solventar los gastos asociados. En dicha nación hasta las universidades estatales cobran mensualidad y además muy costosas. Dado su nivel de irritación, ni se me ocurrió recordarle las muchas veces que me habló de los beneficios de una economía privatizada. Mas, para mi sorpresa, su rabia radicaba en una mala aplicación de la propuesta de Milton Friedman del subsidio a la demanda: lo habían dejado en manos de la banca privada y a altísimas tasas de mercado.

No por nada, como casi todas las instituciones poderosas de Punguistán, la banca estaba manejada por la etnia dominante: los pungas. Quienes la habían convertido, apoyados en la legalidad punga, en un “ologopolio de usureros” según López. Carita iracunda y fin de la conversación.

Como el caballero nunca deja de sorprender, unos días después la siguiente conversación fue a través de una webcam. O sea, una conversación vía video. Con tantos años de residencia en Punguistán, se le había pegado la debilidad de los pungas por los anglicismos.

Se le veía bien con su bigote, gafas oscuras de grueso marco cuadrado y brazos cruzados. Le pregunté por su ahijada universitaria y me contó que por algunos problemas de su compadre, él pidió un crédito para los gastos de la colegiatura de la chiquilla. Lo hizo a pesar de ser una “cabra media pava” y votar por la coalición de esos “upelientos reciclados en arribistas”... La que para el pesar de la pobre jovencita, pensé, mantuvo y potenció la mercantilización de la educación. En fin.

Aquí me perdí un poco. Por sus palabras no sabía si me hablaba de su ahijada de allá o de la que tiene en Shile. Pero parece que era de la extranjera, pues continuó relatando que en Punguistán esos créditos son a tasas de mercado punga: se termina pagando el doble o más de lo pedido.

Y ahí se me fue sulfurando, pues le habían impuesto “estos ...[irreproducible]... usureros” una cuenta corriente de dónde se le irían descontando las cuotas. O sea, fue víctima de lo que allá se llama eufemísticamente una “venta atada”, lo cual no es otra cosa que una condición abusiva en una relación comercial desigual. Lo que, me dice López, al ser un mercado “ologopólico” se repite en todas las instituciones financieras. Para peor, ¡la cuenta corriente conllevaba cargos! Y por si aún no fuera poco, cuando estaba firmando la infinidad de papeles del empréstito se fijó en uno que autorizaba al banco a facilitar, “para su mejor atención” señalaba el documento, ¡¡todos sus datos personales a terceros!! Es decir, a venderlos en una base de datos.

No sé si fue la mala conexión o los muchos y muy violentos golpes que Daniel López daba a su teclado y pantalla mientras me contaba sus aventuras financieras, pero la cosa es que se cortó la comunicación vía webcam.

Para mi sorpresa a los pocos minutos, el Sr. López se aparece en mi chat y escribiendo en mayúsculas. Lo que según las formalidades electrónicas indicaba su indignación: “Y me ha de creer Ud. que ese banco es el antiguo banco de fomento estatal ¿Qué queda para los otros bancos?” No lo paraba nadie: “Porque aquí, señor, hay un ologopolio financiero. Los siñores políticos dejaron que estos usureros ...[irreproducible]... le chupen la sangre a la ciudadanía, a las pymes, a la gente de trabajo ¡Yo que siempre fui partidario del capitalismo popular! ¡¿Cómo se puede desarrollar un país regalándole la plata a unos cogoteros de corbata?!”.

Me mostré extrañado, pues sabía que por dos décadas gobernaron en Punguistán partidos de centroizquierda... como en Shile. Fue peor. “¡¿Cuál izquierda?! Esos siñores políticos eran unos piojos resucitados que querían poder. Además eran pungas. Si acá esos tienen todos los cargos de poder en el Estado y en las compañías. No importa de qué partido sean. Son pungas, se comportan como pungas y gobiernan para los pungas”. Y siguieron las mayúsculas: “¡¡Pero si acá hay más de 13 mil reclamos contra el mercado financiero y nadie hace nada!!... No lo hicieron los ’upelientos arribistas’ y tampoco este especulador”. “Fíjese —continuó exaltado— que el ministro de ahora había dicho en septiembre que las condiciones abusivas se acabarían… ¡Y en noviembre la Superintendencia autoriza las “ventas atadas”!

Y me dijo que esperara porque buscaría algo en la red.

Pasaron unos pocos minutos y me envía una información de lo que es algo así como el SERNAC de Punguistán. Versaba sobre la gran cantidad de reclamos contra el mercado financiero punga: “estos datos confirman los problemas de este mercado donde los consumidores sufren cobros indebidos, cargos que no aceptaron, dificultades para saber qué están pagando, cobranzas abusivas y cambios en las reglas del juego establecidas en los contratos”. Acto seguido y para mi sorpresa me apareció una carita desconsolada.

Pasó un rato —en el cual dado el cariz de la citada carita no me atreví a salir del chat— y me pregunta López: “¿Y sabe cuánto ganaron en los primeros cuatro meses de este año los usureros ...[irreproducible]... del ologopolio bancario?”. Tecleé un escueto “?”. Sobre la marcha me contestó: “¡¡Más de mil millones de dólares!! ¡¡En sólo cuatro meses!!”. Glup... Sólo me quedó tragar saliva. Quedé tan sorprendido que únicamente atiné a devolverle una carita triste y puse “invisible” en mi estado del chat.

Necesitaba tiempo para ordenar mis pensamientos. Pobre anciano. A su edad teniendo que pasar por esas cosas y en un país extraño… Y de pronto me sorprendí a mí mismo preguntándome si su ahijada de allá volvería a votar por los que la entregaron a los usureros... Porque por suerte su ahijada universitaria de acá... mmmmm... Mejor me callo, ¿no? Carita desconsolada...

1 comentario

Un disperso Peri-Rural -

Don Andrés, que particular país es Punguistán. ¿Cómo es que vuestro estimado amigo, Sr. López, fue a parar a tal lugar?, cuán desafortunada experiencia es la que vive este hombre entre noticias y reportajes.

Afortunados nosotros que tenemos la ventaja de vivir en este país, lleno de oportunidades y de tan poca, casi invisible, pobreza. Afortunados de vivir entre tanto tecnócrata, no?, afortunados de poder sentirnos seguros gracias a quienes nos gobiernan.

Agradezco no vivir en Punguistán, no sabe cuanto lamento las circunstancias por las cuales Don Daniel, y su ahijada están pasando.

Un saludo cordial, Sr. Monares. Interesante blog...

Atte. a ud. desde la Peri-ruralidad, B.