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andrés monares

Elecciones 2010 (“2012”) 2014

Domingo de votaciones y concurro a ejercer mi derecho a pataleo con mi sobrina de 12 años, Daniela. En el camino me cuenta que a la vuelta quiere terminar de ver la película “2012” (por supuesto en un DVD original), la última de las joyas de la filmografía que Roland Emmerich lega a la humanidad. Antes nos había iluminado, entre otras, con películas del nivel de “El Patriota” (2000), “El Día de la Independencia” (1996) y “Godzilla” (1996)… Claramente, por cantidad de obras y por su calidad, todo indica que el ’96 fue el annus admirabilis de Emmerich.

 

En ese cúmulo de clichés hollywoodenses… le recuerdo al lector que estamos hablando sólo de “2012”… resulta que ante un hecatombe planetaria los ricos y quienes les administran el mundo, los políticos, tienen un plan para zafar sin problemas: construyeron con antelación unos barcos gigantescos. Ellos manejaban con anterioridad informes sobre lo que ocurriría, pero no lo comunicaron al pueblo. Los cupos en las naves eran exclusivamente para quienes organizaron el plan y para quienes podían pagar el altísimo precio por los boletos.

 

La película muestra a políticos de todas partes del planeta que se autosalvan y salvan a lo más “granado” de la civilización: los más acaudalados del mundo. De esa forma, se podrá recomenzar la humanidad. ¡Qué calaña de políticos! podría uno afirmar asombrado: apoyan a los que pueden pagar y quieren recomenzar la civilización sólo con multimillonarios. De sólo pensar, por ejemplo, en cómo esos potentados trabajarían la tierra me destornillo de la risa… Pero bueno, es Emmerich, no le pidamos más al cine comercial gringo. Por otra parte, parece que parte del mensaje es finalmente realzar la iniciativa privada; no se ve una real crítica de fondo en el guión. De hecho, los barcos son fruto del empuje y eficiencia de la empresa privada; por supuesto que no del anquilosado estado.

 

No sé si habrán sido las altas temperaturas santiaguinas de ese domingo 13 de diciembre o mi afiebrada intención de voto, pero eso de políticos unidos a los ricos y ayudándoles en contra del bienestar de las mayorías…mmmmmm, como que me sonaba conocido. ¿Un déja vú tal vez? Puede ser. Pero no dejó de ser curioso conversar de esto con mi sobrina y ver la película “2012” el día de las elecciones chilenas, donde los que se sabía pasarían a segunda vuelta eran Piñera y Frei. Uno, él mismo un inversionista millonario candidato de la derecha que tradicionalmente ha guardado los intereses de los poderosos (por muy “popular” que sea el principal partido de la Alianza). El otro, el representante de la nueva derecha democrática que por veinte años ha sido la protectora del gran empresariado.

 

Bueno, y si es por comparar… la película también es un bodrio.

 

En todo caso, en medio de la ficción cercana a lo real de la película y de la realidad cercana a la ficción de las elecciones, pude rescatar algo no menor. Para mi sorpresa y gran esperanza, cuando le pregunté a mi sobrina Daniela si a los 18 años se inscribiría para votar, me respondió que sí; cuando le inquirí por qué, me dijo “porque es mi país poh”. Una buena. Luego, camino a la casa después de votar, íbamos jugando a quién imaginaba la pregunta más tonta de todas las que hacen normalmente los y las periodistas que cubren votaciones. Dos cero. Cuando hablamos de la película “2012” donde los ricos se salvan por el simple hecho de tener plata, estuvo de acuerdo con que también en Chile es así. ¡Tres cero!. Cuando le pregunté si votar era una obligación o un derecho, la pensó y respondió con seguridad que un derecho. ¡Espectacular! Y por si fuera poco, al contarle que en una publicidad de Barbie ella recibe una llamada donde le cuentan que el pelo liso ya no está de moda, mi sobrina no podía creer que algo tan idiota fuera cierto y transmitido por los medios. ¡Cuatro cero!

 

Chile puede tener futuro me dije, en un ejercicio más de chochera que de una inducción mínimamente decente. Al menos a sus 12 años Daniela le hace el peso fácil a Marcela Sabat, la flamante nueva diputada por Ñuñoa-Providencia.

 

Pero como nada puede ser perfecto. Cuando le pregunté a mi sobrina por quién votaría ese día si pudiera, me dijo por quien vota su papá: por Frei. Una mala… Al menos fue cuatro uno, una paliza si hubiera sido fútbol me consolé. Y total qué tanto, hay tiempo para que vea la realidad y comprenda argumentos más de fondo.

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