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andrés monares

Los nazis del ritmo

Los nazis del ritmo

El actual gobierno nunca deja de sorprender. Quién esto escribe carga de manera crónica cierta esperanza en la humanidad, la cual lo impulsa a pensar que la última ridiculez o inmoralidad de la administración Piñera será efectivamente la última. Y ya sabrá Ud. la respuesta: siempre se superan… y con creces.

Nunca esperamos nada de ellos y aun así nos decepcionan.

Desde que se ha venido desarrollando el levantamiento popular de octubre y noviembre, su inventiva para humillarse se ha disparado.

Argumentar que los escolares no tenían razones para manifestarse contra las alzas del Metro dado que su pasaje no había subido, parecía suficiente… pero siempre pueden sorprendernos más. Utilizar de inmediato el más extremo recurso decretando Estado de emergencia y sacando tropas a la calle (en un país que todavía no olvida los crímenes de las Fuerzas Armadas y de Orden en dictadura), parecía suficiente… pero siempre pueden sorprendernos más.

Desconocer la legitimidad de las demandas contra la institucionalización de la desigualdad, los privilegios y los abusos para llamar delincuentes y violentistas al pueblo y declararles la “guerra”, parecía suficiente… pero siempre pueden sorprendernos más. Subirse descaradamente al carro de la mayor marcha que ha visto Chile planteando que poco menos fue un acto de apoyo al gobierno, parecía suficiente… pero siempre pueden sorprendernos más. Que el presidente declare a un medio internacional que participa en las movilizaciones en su contra, parecía suficiente… pero siempre pueden sorprendernos más.

Seguir desconociendo las demandas de la ciudadanía para dar a conocer rimbombantemente medidas cosméticas que dejan intacto el modelo, parecía suficiente… pero siempre pueden sorprendernos más. No tomar en cuenta no solo el clamor popular sino hasta lo que puede ser el sentido común político y con menos de 10% de aprobación rechazar la Asamblea Constituyente para una nueva Constitución y plantear un Congreso Constituyente (con lo desprestigiada que está dicha corporación y lo poco representativa que es), parecía suficiente… pero sabemos que pueden sorprendernos más.

En fin, dejémoslo ahí. Me faltaría tiempo para escribir y a Ud. para leer tantas leseras. Eso sí, hay que reconocerles su esfuerzo creativo.

En esa línea del teatro del absurdo, pero en versión rasca, en medio de un país convulsionado y de la más desenfadada violencia policial que se haya visto desde la dictadura cívico-militar que incluye torturados, muertos, pérdidas de visión y ahora hasta un joven cegado… en ese contexto, ¡precisamente en ese contexto!, la vocera Karla Rubilar le comunicó a la nación, con teatral solemnidad, que la práctica “El que baila pasa” es “violenta”.[1]

Uno podría reírse de esta última ocurrencia la cual, una vez más, es solo una estrategia comunicacional: “Hemos matado, cegado, apaleado… pero ellos son tan malos como nosotros: ¡Imagínense que hacen bailar a la gente!”. En un país en crisis, con una policía que maltrata brutal y cobardemente a los ciudadanos por órdenes de La Moneda, la respuesta del gobierno es intentar convencernos de que los manifestantes somos malévolos… una especie de iracundos nazis caza judíos.

Nunca esperamos nada de ellos y aun así nos decepcionan.

En realidad, “El que baila pasa” es la manera festiva que manifestantes encontraron para hacer más lento el tránsito de una avenida sin cortarlo del todo. Lo cual, vía redes sociales, se ha difundido rápidamente por Chile. Hemos visto así imágenes por todo el país que comprueban que en el baile nos destacamos más por el entusiasmo que por la calidad. En la práctica, es un modo de relajar los ánimos en una situación que, dependiendo de la reacción de las y los automovilistas, pudiera tornarse agresiva.

Obviamente, tamaña tontería de que “El que baila pasa” es una práctica “violenta" no se le ocurrió a la vocera...  ni siquiera el hablar tan solemnemente en el punto de prensa. Tal como la invención del “Chilezuela” para las elecciones, estas payasadas se pagan con platas fiscales a genios de alguna agencia de comunicaciones… Es decir, con dinero de todas las y los chilenos.[2]

Se trata de un vicio de un sector político que en sus afiebrados sueños gerenciales, renuncian a hacer política y entienden el gobernar como una especie de relaciones públicas corporativas, cuyos resultados se juzgan por encuestas. Por eso las medidas son menos importantes que las campañas comunicacionales para difundirlas. La ineptitud del gobierno ante las movilizaciones corresponde, en buena parte, a un inmovilismo fruto de dicha antipolítica.

No entienden que hacen el ridículo... o no les importa Sin embargo, peor todavía, no entienden que con cada una de sus tonterías le echan más leña al fuego. Indigna su simpleza, indolencia y torpeza… ¡en un momento en que ya estamos muy indignados de su simpleza, indolencia y torpeza!

Sí Sra. Rubilar, su gobierno carga con muertos, mutilados, apaleados, gaseados, torturados, acribillados, etc. Pero, obviamente, lo violento es “El que baila pasa”… ¿Acaso tanta violencia bailarina sirve para justificar los nuevos anuncios pro seguridad de Piñera?

Espero que la ciudadanía no se deje engañar por un truco tan burdo, con el cual una vez más insultan su inteligencia.

Para finalizar, un consejo para La Moneda y “el sector”: si no nos respetan, al menos dejen de humillarse públicamente.



[1] “Vocera Rubilar califica ‘el que baila pasa’ como una práctica ‘humillante y violenta’ ”, https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2019/11/12/vocera-rubilar-califica-el-que-baila-pasa-como-una-practica-humillante-y-violenta.shtml, 12.11.19. Incluso, el “expresidente de la Comunidad Judía en Chile, Shai Agosin, [afirmó] que es una ‘práctica fascista’ que fue utilizada en la Alemania nazi”... Y ya sabemos que de fascismo, un sionista como Agosín sabe y con creces.

[2] En todo caso, Venezuela ha dado dinero a montones a las agencias de mercadeo político de América Latina e incluso de España… sin ningún esfuerzo creativo. Las campañas del terror, por ridículas que sean, no son patrimonio de la derecha nacional.

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