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andrés monares

¿Hillary o Donald?, ¿la olla o el fuego?

¿Hillary o Donald?, ¿la olla o el fuego?

Este año, como tantas veces en cada elección presidencial estadounidense, los medios nos presentan su escenario político bipartidista cual enfrentamiento entre el Bien y el Mal. El progresismo y pacifismo demócrata contra el conservadurismo y militarismo republicano... con mayor razón en esta elección donde se destaca el fascismo, racismo y xenofobia de Trump.

 Pero, al sopesar la historia, ¿realmente es verdadera esa dualidad?

Existe una difundida mitología acerca de una supuesta diferencia y/o contraposición entre la bondad de los demócratas y la maldad de los republicanos. No obstante, es un hecho que el imperialismo estadounidense, con todas las violencias y crímenes asociados a él, tienen una larga relación de convivencia con el Partido Demócrata. Fueron ellos, por ejemplo, los principales impulsores del belicoso expansionismo estadounidense de mediados del siglo XIX.[1]

Sin embargo, a fin de no ser acusado de desempolvar viejos acontecimientos para pretender elaborar un patrón ideológico y una regla de conducta, permítaseme recordar casos contemporáneos para mostrar lo falaz de la supuesta benevolencia demócrata. A fines de la Segunda Guerra Mundial y bajo la presidencia demócrata de Franklin Roosevelt, los aliados bombardearon ciudades indefensas y sin ninguna importancia militar en una Alemania casi derrotada. Hombres no combatientes, mujeres, ancianos y niños, fueron quemados vivos con bombas de fósforo. Sólo en Dresde habría habido unos 100 mil civiles asesinados con ese brutal método. Un caso por el estilo se tiene en la orden de Harry Truman, otro presidente demócrata, de lanzar bombas atómicas en ciudades japonesas también indefensas y en un país en la práctica vencido. El resultado fue de unos 84 mil civiles asesinados en Hiroshima y otros 40 mil en Nagasaki. En total más de 124 mil hombres no combatientes, ancianos, mujeres y niños asesinados. A quienes se agregan los miles de muertos con posterioridad, a raíz de las secuelas de la radiación.

Si aún se tuvieran dudas, fue el presidente demócrata John Kennedy quien intervino y envió tropas a Vietnam (y antes a Laos).[2] El también demócrata mandatario Lyndon Johnson, incrementó luego la intervención en Vietnam hasta llegar a un abierto estado de guerra. En los ochenta del siglo pasado, el hoy pacifista Jimmy Carter amenazaba con una reacción militar a todo quien intentara “controlar el Golfo Pérsico”, pues ello “será percibido como un ataque a Estados Unidos”. Tampoco debe olvidarse que con votos demócratas, se emprendieron y financiaron las guerras legales e ilegales de Bush padre y las de su hijo. Sólo en Irak se cuentan más de un millón y medio de muertos.

Por último, ténganse en cuenta las declaraciones militaristas de Barack Obama —publicitado cual supuesto recambio o giro político estadounidense por ser demócrata, relativamente joven y mulato—, cuando era candidato a su primer período presidencial: afirmó su proyecto de construir un “ejército del siglo XXI y una cooperación tan poderosa como la alianza anticomunista que ganó la Guerra Fría, con el objetivo de permanecer a la ofensiva en todas partes”. La política exterior multilateral de Clinton o la que está llevando a cabo Obama, no es en el fondo contraria a la unilateral de Bush hijo. Sólo es otro tipo de manifestación de una política exterior agresiva e imperialista. Puntualmente en el caso de Obama, ¡premio Nobel de la Paz 2009!, es una que en medio de una prolongada crisis económica que aumenta día a día la cesantía entre sus compatriotas, no dudó durante su primer periodo en acrecentar todavía más el presupuesto militar de su país y llevarlo por encima de los US $ 800 mil millones.[3]

En cuanto a Hillary, por supuesto que no puede pagar las culpas de la presidencia de su esposo. Pero, tampoco puede alegar ignorancia y por supuesto que las respaldó. Ahora bien, su rol en la política exterior militarista estadounidense sí fue oficial y público como secretaria de Estado de Obama y senadora por Nueva York.

 

NOTA:

La mayoría de este texto corresponde a un fragmento del capítulo “Ilustración británica, Estados Unidos y América Latina” de mi libro Reforma e Ilustración. Los teólogos que construyeron la Modernidad, 2012.



[1] Una muestra de las campañas militares expansionistas llevadas adelante en ese período, entre otras agresiones, es la guerra contra México y la entusiasta continuación del genocidio de las primeras naciones. Es más, los demócratas eran el partido esclavista y buscaban la expansión geográfica para expandir la esclavitud.

[2] También son parte del legado del progresista Kennedy las decenas de veces que intentó asesinar a Fidel Castro y la fallida invasión de Cuba en 1961, dar su aprobación a los militares vietnamitas amotinados que asesinaron al presidente Ngo Dinh Diem en 1963, dar la ilegal orden a la CIA de espiar ciudadanos estadounidenses contrarios a la guerra de Vietnam y ordenarle dos veces crear un escuadrón de asesinos.

[3] La posición de Obama se deja ver también, al nombrar a Stanley McChrystal en el cargo de comandante en jefe de las fuerzas armadas estadounidenses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en Afganistán. Además de ser un neoconservador entusiasta de las políticas de la era Bush (hijo), McChrystal estuvo encargado de las operaciones de “contrainsurgencia” en Irak, Afganistán y Pakistán que implicaron asesinatos extrajudiciales, torturas, ataque a civiles y entrenamiento de paramilitares. Por otro lado, sobre la postura de los demócratas ante los derechos humanos en general, considérese su apoyo a la inserción pública en política del teniente general (R) Ricardo Sánchez: a fines del 2007 fue elegido por el Partido para replicar uno de los discursos radiales semanales de Bush. El punto es que Sánchez enfrenta demandas en EUA y Europa por autorizar torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes a prisioneros en Irak. Quien dirigiera las operaciones del Ejército de EUA en dicha nación, por un año a partir de junio de 2003, emitió un memorando autorizando torturas y además estaba al mando de la cárcel de Abu Ghraib a la fecha de ocurrir los publicitados abusos contra los prisioneros.

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